Abril 23 , 2025

Cada 23 de abril conmemoramos el día del libro. Leemos, recomendamos y recordamos a escritores cuyas palabras han trascendido generaciones. Pero más allá de lo escrito, hay una realidad que olvidamos: el derecho del autor a ser reconocido y protegido por su obra.

En El Salvador, la Ley de Propiedad Intelectual también incorpora los derechos de autor. Esta regulación no solo protege las obras literarias, sino cualquier creación del intelecto humano expresada en diseños (de murales, de moda, de videojuegos, animaciones, gráficos, arquitectónico), softwares, música, fotografías, entre otros muchos más.

Esta ley hace una distinción entre derechos morales y patrimoniales. La primera categoría no puede ser transferida: el derecho del autor a exigir que su nombre esté asociado a la obra es perpetuo. La segunda, otorga el derecho a explotar la obra económicamente reproduciéndola, distribuyéndola o transformándola. Si bien este último puede ser asignado o licenciado, el control inicial permanece con el autor.

Sin embargo, existe un problema asociado a la falta de información, especialmente en un entorno digital que permite la circulación masificada de una obra sin mecanismos de control, ya sea para reproducción o uso autorizado. No es sorprendente encontrarse con fragmentos de libros en redes sociales, adaptaciones no reconocidas o no autorizadas, e incluso, en gran medida, plagio descarado. Ante esto, aunque el depósito voluntario ante la Autoridad competente, Instituto Salvadoreño de Propiedad Intelectual, no es un requisito, es indiscutiblemente útil, pues proporciona seguridad legal en caso de conflicto.

Hemos de ser conscientes de que la protección de los derechos de autor no es solo un problema legal que abordar, sino también un asunto ético, sino también sociocultural. Reconocer la autoría significa reconocer el trabajo intelectual que se ha realizado en cada pieza, sin dejar de lado la identidad creativa de la persona detrás de la obra.

Este día no es uno más. Este día recordamos a grandes influyentes que marcaron un precedente con sus palabras escritas, pero también celebramos a todos los que escriben en el presente, porque defender la Propiedad Intelectual es conservar el acto mismo de leer.

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